Barroco - Clasicismo - Rococó
La periodización
del barroco permite identificar varias fases: un barroco tenebrista a
comienzos de siglo XVII, un barroco pleno o maduro en
las décadas centrales del siglo, y un barroco triunfante o decorativo a finales del siglo XVII,
que se prolongó en el siglo XVIII con el denominado barroco tardío de
imprecisa diferenciación con el rococó, estilo que también puede definirse bajo
parámetros bien distintos.
1-. EL BARROCO
El Barroco fue un período de la historia en la cultura occidental
originado por una nueva forma de concebir las artes visuales (el «estilo
barroco») y que, partiendo desde diferentes contextos histórico-culturales,
produjo obras en numerosos campos artísticos: literatura, arquitectura,
escultura, pintura, música, ópera, danza, teatro, etc. Se manifestó
principalmente en la Europa Occidental aunque
debido al colonialismo también se dio en
numerosas colonias de las potencias
europeas, principalmente en Latinoamérica.
Cronológicamente, abarcó todo el siglo XVII y
principios del XVIII, con mayor o menor prolongación en el tiempo dependiendo
de cada país. Se suele situar entre el Manierismo y el Rococó, en una época
caracterizada por fuertes disputas religiosas entre países católicos y
protestantes, así como marcadas diferencias políticas
entre los estados absolutistas y los parlamentaros, donde una incipiente burguesía empezaba a poner los cimientos del capitalismo.
Como estilo
artístico, el Barroco surgió a principios del siglo
XVII (según otros autores a finales del XVI) en Italia —período también conocido en este país como Seicento—,
desde donde se extendió hacia la mayor parte de Europa. Durante mucho tiempo
(siglos XVIII y XIX) el término «barroco» tuvo un sentido peyorativo, con el
significado de recargado, engañoso, caprichoso, hasta que fue posteriormente
revalorizado a finales del siglo XIX por Jacob Burckhardt y, en el XX,
por Benedetto Croce y Eugeni
D’Ors. Algunos historiadores dividen el Barroco en
tres períodos: «primitivo» (1580-1630), «maduro» o «pleno» (1630-1680) y
«tardío» (1680-1750).
Aunque se suele entender
como un período artístico específico, estéticamente el
término «barroco» también indica cualquier estilo artístico contrapuesto
al clasicismo, concepto introducido
por Heinrich Wölfflin en 1915. Así pues, el
término «barroco» se puede emplear tanto como sustantivo como adjetivo.
Según este planteamiento, cualquier estilo artístico atraviesa por tres fases:
arcaica, clásica y barroca. Ejemplos de fases barrocas serían el arte
helenístico, el arte gótico, el romanticismo o
el modernismo.
El arte se volvió más
refinado y ornamentado, con pervivencia de un cierto racionalismo clasicista
pero adoptando formas más dinámicas y efectistas y un gusto por lo sorprendente
y anecdótico, por las ilusiones ópticas y los golpes de efecto. Se observa una preponderancia de la
representación realista: en una época de
penuria económica, el hombre se enfrenta de forma más cruda a la realidad. Por
otro lado, a menudo esta cruda realidad se somete a la mentalidad de una época
turbada y desengañada, lo que se manifiesta en una cierta distorsión de las
formas, en efectos forzados y violentos, fuertes contrastes de luces y sombras
y cierta tendencia al desequilibrio y la exageración.
El término «barroco»
proviene de un vocablo de origen portugués (barrôco),
cuyo femenino denominaba a las perlas que
tenían alguna deformidad (como en castellano el vocablo «barruecas»). Fue en
origen una palabra despectiva que designaba un tipo de arte caprichoso,
grandilocuente, excesivamente recargado. Así apareció por vez primera en
el Dictionnaire de Trévoux (1771), que define «en pintura, un
cuadro o una figura de gusto barroco, donde las reglas y las proporciones no
son respetadas y todo está representado siguiendo el capricho del artista».
Otra teoría lo deriva
del sustantivo baroco, un silogismo de
origen aristotélico proveniente de
la filosofía escolástica medieval, que señala
una ambigüedad que, basada en un débil contenido lógico, hace confundir lo
verdadero con lo falso. Así, esta figura señala un tipo de razonamiento pedante
y artificioso, generalmente en tono sarcástico y no exento de polémica. En ese
sentido lo aplicó Francesco Milizia en
su Dizionario delle belle arti del disegno (1797), donde
expresa que «barroco es el superlativo de bizarro, el exceso del ridículo».
El término «barroco» fue
usado a partir del siglo XVIII con un
sentido despectivo, para subrayar el exceso de énfasis y abundancia de
ornamentación, a diferencia de la racionalidad más clara y sobria de la Ilustración. En ese tiempo, barroco era sinónimo de otros adjetivos
como «absurdo» o «grotesco»
Por otro lado, frente al
Barroco como un determinado período de la historia de la cultura, a principios
del siglo XX surgió una segunda acepción, la de «lo barroco» como una fase
presente en la evolución de todos los estilos artísticos. Ya Nietzsche aseveró que «el estilo barroco
surge cada vez que muere un gran arte».El primero en otorgar un sentido estético transhistórico al Barroco fue Heinrich Wölfflin (Kunstgeschichtliche
Grundbegriffe, 1915), quien estableció un principio general de alternancia
entre clasicismo y barroco, que rige la evolución de los estilos artísticos
El arte
barroco buscaba la creación de una realidad alternativa a través de la ficción
y la ilusión. Esta tendencia tuvo su máxima expresión en la fiesta y la
celebración lúdica; edificios como iglesias o palacios, o bien un barrio o una
ciudad entera, se convertían en teatros de la vida, en escenarios donde se
mezclaba la realidad y la ilusión, donde los sentidos se sometían al engaño y
el artificio. Durante el Barroco, el carácter ornamental,
artificioso y recargado del arte de este tiempo traslucía un sentido vital
transitorio, relacionado con el memento mori, el valor efímero de las riquezas frente
a la inevitabilidad de la muerte, en paralelo al género pictórico de las vanitas. Este sentimiento llevó a valorar de forma vitalista la fugacidad del
instante, a disfrutar de los leves momentos de esparcimiento que otorga la
vida, o de las celebraciones y actos solemnes. Así, los nacimientos, bodas,
defunciones, actos religiosos, o las coronaciones reales y demás actos lúdicos
o ceremoniales, se revestían de una pompa y una artificiosidad de carácter
escenográfico, donde se elaboraban grandes montajes que aglutinaban
arquitectura y decorados para proporcionar una magnificencia elocuente a
cualquier celebración, que se convertía en un espectáculo de carácter
casi catártico, donde cobraba especial relevancia el
elemento ilusorio, la atenuación de la frontera entre realidad y fantasía.
Cabe destacar que el
Barroco es un concepto heterogéneo que no presentó una unidad estilística ni
geográfica ni cronológicamente, sino que en su seno se encuentran diversas
tendencias estilísticas, principalmente en el terreno de la pintura. Las
principales serían: naturalismo, estilo basado
en la observación de la naturaleza pero sometida a ciertas directrices
establecidas por el artista, basadas en criterios morales y estéticos o,
simplemente, derivados de la libre interpretación del artista a la hora de
concebir su obra; realismo, tendencia
surgida de la estricta imitación de la naturaleza, ni interpretada ni
edulcorada, sino representada minuciosamente hasta en sus más pequeños
detalles; clasicismo, corriente centrada
en la idealización y perfección de la naturaleza, evocadora de elevados sentimientos
y profundas reflexiones, con la aspiración de reflejar la belleza en toda su
plenitud
Por último, cabe señalar
que en el Barroco surgieron o se desarrollaron nuevos géneros pictóricos. Si
hasta entonces había preponderado en el arte la representación de temas
históricos, mitológicos o
religiosos, los profundos cambios sociales vividos en el siglo XVII propiciaron
el interés por nuevos temas, especialmente en los países protestantes, cuya
severa moralidad impedía la representación de imágenes religiosas por
considerarlas idolatría. Por otro lado,
el auge de la burguesía, que para remarcar su estatus invirtió de forma
decidida en el arte, trajo consigo la representación de nuevos temas alejados
de las grandilocuentes escenas preferidas por la aristocracia.
ARQUITECTURA BARROCA
La arquitectura barroca asumió
unas formas más dinámicas, con una exuberante decoración y un sentido
escenográfico de las formas y los volúmenes. Cobró relevancia la modulación del
espacio, con preferencia por las curvas cóncavas y convexas,
poniendo especial atención en los juegos ópticos (trompe-l'œil) y el punto de vista del espectador. También cobró una
gran importancia el urbanismo, debido a
los monumentales programas desarrollados por reyes y papas, con un concepto
integrador de la arquitectura y el paisaje que buscaba la recreación de
un continuum espacial, de la expansión de las formas hacia el
infinito, como expresión de unos elevados ideales, sean políticos o religiosos.

ARQUITECTURA
BARROCA EN ITALIA
Al igual que en la época
anterior, el motor del nuevo estilo volvió a ser Italia,
gracias principalmente a la conciencia de la Iglesia y a los grandes programas
arquitectónicos y urbanísticos desarrollados por la sede pontificia, deseosa de
mostrar al mundo su victoria contra la Reforma. La principal modalidad
constructiva de la arquitectura barroca italiana fue la iglesia, que se convirtió en el máximo exponente de la propaganda contra
reformista. Las iglesias barrocas italianas se caracterizan por la
abundancia de formas dinámicas, con predominio de las curvas cóncavas y
convexas, con fachadas ricamente decoradas y repletas de esculturas, así como
gran número de columnas, que a menudo se desprenden del muro, y con interiores
donde predominan igualmente la forma curva y una profusa decoración. Entre sus
diversas planimetrías destacó especialmente entre finales del siglo XVI y
principios del XVII el diseño en dos cuerpos, con dos frontones concéntricos (curvo el exterior y triangular el
interior), siguiendo el modelo de la fachada de la Iglesia del Gesù de Giacomo della Porta (1572).
Uno de sus primeros
representantes fue Carlo
Maderno, autor
de la fachada de San Pedro del Vaticano (1607-1612)
—al que además modificó la planta, pasando de la de cruz griega proyectada por Bramante a una de cruz latina—, y la Iglesia de Santa Susana (1597-1603). Pero uno de
los mayores impulsores del nuevo estilo fue el arquitecto y escultor Gian
Lorenzo Bernini, el principal artífice de la Roma monumental que conocemos hoy
día: baldaquino de San Pedro (1624-1633) —donde aparece la columna
salomónica, posteriormente uno de los signos
distintivos del Barroco—, columnata de la Plaza de San Pedro (1656-1667), San Andrés del Quirinal (1658-1670), Palacio Chigi-Odescalchi (1664-1667). El otro gran nombre de la época es Francesco
Borro mini, arquitecto de gran inventiva que
subvirtió todas las normas de la arquitectura clásica —a las que pese a todo
aún se aferraba Bernini—, a través del uso de superficies alabeadas, bóvedas
nervadas y arcos mixtilíneos, creando una arquitectura de carácter casi
escultórico. Fue autor de las iglesias de San Carlo alle
Quattre Fontane (1634-1640), Sant'Ivo
alla Sapiencia (1642-1650) y Sant'Agnese in
Agone (1653-1661). El tercer arquitecto de renombre activo en Roma fue Pietro
da Cortona, que también era pintor, circunstancia
quizá por la cual creó volúmenes de gran plasticidad, con grandes contrastes de
luz y sombra (Santa María della Pace,
1656-1657; Santi Luca e Martina,
1635-1650). Fuera de Roma cabe destacar la figura de Baldassare
Longhena en Venecia, autor de la
Iglesia de Santa María della Salute (1631-1650);
y Guarino Guarini y Filipo Juvara en Turín, autor de la Capilla del Santo Sudario (1667-1690) el primero, y de la Basílica
de Superga (1717-1731) el segundo.


ARQUITECTURA BARROCA EN
FRANCIA
En Francia, bajo los reinados de Luis XIII y Luis XIV, se
iniciaron una serie de construcciones de gran fastuosidad, que pretendían
mostrar la grandeza del monarca y el carácter sublime y divino de la monarquía absolutista.
Aunque en la arquitectura francesa se percibe cierta influencia de la italiana,
esta fue reinterpretada de una forma más sobria y equilibrada, más fiel al
clasicismo renacentista, por lo que el arte francés de la época se suele
denominar como clasicismo francés.
Las primeras
realizaciones de relevancia corrieron a cargo de Jacques
Lemercier (Iglesia de la Sorbona, 1635) y François Mansart (Palacio de Maisons-Lafitte, 1624-1626; Iglesia de Val-de-Grâce, 1645-1667). Posteriormente, los grandes programas áulicos
se centraron en la nueva fachada del Palacio
del Louvre, de Louis Le Vau y Claude Perrault (1667-1670)
y, especialmente, en el Palacio de Versalles, de Le Vau y Jules Hardouin-Mansart(1669-1685).
De este último arquitecto conviene también destacar la Iglesia de
San Luis de los Inválidos (1678-1691), así como
el trazado de la Plaza Vendôme de
París (1685-1708).

ARQUITECTURA BARROCA EN ESPAÑA
En España, la
arquitectura de la primera mitad del siglo XVII acusó la herencia herreriana, con una austeridad y simplicidad geométrica de influencia
escurialense. Lo barroco se fue introduciendo
paulatinamente sobre todo en la recargada decoración interior de iglesias y
palacios, donde los retablos fueron evolucionando hacia cotas de cada vez más
elevada magnificencia. En este período fue Juan Gómez de Mora la figura más destacada, siendo autor de la Clerecía de Salamanca (1617), el Ayuntamiento (1644-1702) y la Plaza Mayor de Madrid (1617-1619). Otros autores de la época
fueron: Alonso Carbonel, autor del Palacio
del Buen Retiro (1630-1640); Pedro
Sánchez y Francisco Bautista, autores de la Colegiata de San Isidro de Madrid (1620-1664).
Hacia mediados de siglo
fueron ganando terreno las formas más ricas y los volúmenes más libres y
dinámicos, con decoraciones naturalistas (guirnaldas, cartelas vegetales) o de
formas abstractas (molduras y baquetones recortados, generalmente de forma
mixtilínea). En esta época conviene recordar los nombres de Pedro de la Torre, José de Villarreal, José
del Olmo, Sebastián Herrera Bar nuevo y, especialmente, Alonso Cano, autor de la fachada de la Catedral de Granada (1667).
Entre finales de siglo y
comienzos del XVIII se dio el estilo churrigueresco (por los hermanos Churriguera), caracterizado por su
exuberante decorativismo y el uso de columnas salomónicas: José
Benito Churriguera fue autor del Retablo Mayor
de San Esteban de Salamanca (1692) y
la fachada del palacio-iglesia de Nuevo Baztán en Madrid (1709-1722); Alberto
Churriguera proyectó la Plaza Mayor
de Salamanca (1728-1735); y Joaquín
Churriguera fue autor del Colegio de
Calatrava (1717) y el Claustro de
San Bartolomé (1715) en Salamanca, de
influencia plateresca. Otras figuras de
la época fueron: Teodoro Ardemans, autor
de la fachada del Ayuntamiento de Madrid y el primer proyecto para el Palacio
Real de La Granja de San Ildefonso (1718-1726); Pedro
de Ribera, autor del Puente de Toledo (1718-1732), el Cuartel del Conde-Duque (1717) y la fachada de la Iglesia de
Nuestra Señora de Montserrat de Madrid (1720); Narciso
Tomé, autor del Transparente de la
Catedral de Toledo(1721-1734); el alemán Konrad
Rudolf, autor de la fachada de la Catedral
de Valencia (1703); Jaime Bort, artífice de la fachada de la Catedral de
Murcia (1736-1753); Vicente Acero, que proyectó la Catedral de Cádiz (1722-1762); y Fernando de Casas Novoa, autor de la fachada del Obradoiro de la Catedral
de Santiago de Compostela (1739-1750
).
).

ESCULTURA BARROCA
La escultura
barroca adquirió el mismo carácter dinámico, sinuoso, expresivo, ornamental,
que la arquitectura —con la que llegará a una perfecta simbiosis sobre todo en
edificios religiosos—, destacando el movimiento y la expresión, partiendo de
una base naturalista pero deformada a capricho del artista. La evolución de la
escultura no fue uniforme en todos los países, ya que en ámbitos como España y
Alemania, donde el arte gótico había tenido mucho asentamiento
—especialmente en la imaginería religiosa—, aún pervivirían ciertas
formas estilísticas de la tradición local, mientras que en países donde el
Renacimiento había supuesto la implantación de las formas clásicas (Italia y
Francia) la perduración de estas es más acentuada. Por temática, junto a la
religiosa tuvo bastante importancia la mitológica, sobre todo en palacios,
fuentes y jardines.
En
Italia destacó nuevamente Gian Lorenzo Bernini, escultor de formación
aunque trabajase como arquitecto por encargo de varios papas. Influido por
la escultura helenística —que en Roma podía estudiar a la perfección
gracias a las colecciones arqueológicas papales—, logró una gran maestría en la
expresión del movimiento, en la fijación de la acción parada en el tiempo. Fue
autor de obras tan relevantes como Eneas, Anquises y Ascanio huyendo de
Troya (1618-1619), El rapto de Proserpina (1621-1622), Apolo
y Dafne (1622-1625), David lanzando su honda (1623-1624),
el Sepulcro de Urbano VIII (1628-1647), Éxtasis de Santa
Teresa (1644-1652), la Fuente de los Cuatro
Ríos en Piazza Navona (1648-1651) y Muerte de la beata
Ludovica Albertoni (1671-1674).58 Otros escultores de
la época fueron: Stefano Maderno, a caballo entre el Manierismo y el
Barroco (Santa Cecilia, 1600); François Duquesnoy, flamenco de
nacimiento pero activo en Roma (San Andrés, 1629-1633); Alessandro
Algardi, formado en la escuela boloñesa, de corte clásico (Decapitación
de San Pablo, 1641-1647; El papa San León deteniendo a Atila,
1646-1653); y Ercole Ferrata, discípulo de Bernini (La muerte en la
hoguera de Santa Inés, 1660).
En Francia la escultura fue heredera del clasicismo
renacentista, con preeminencia del aspecto decorativo y cortesano, y de la
temática mitológica. Jacques Sarrazin se formó en Roma, donde estudió
la escultura clásica y la obra de Miguel Ángel, cuya influencia se
trasluce en sus Cariátides del Pavillon de l'Horloge del
Louvre (1636). François Girardon trabajó en la decoración de
Versalles, y es recordado por su Mausoleo del Cardenal Richelieu (1675-1694)
y por el grupo de Apolo y las Ninfas de Versalles (1666-1675),
inspirado en el Apolo de
Belvedere de Leócares (circa 330 a. C.-300 a. C.). Antoine
Coysevox también participó en el proyecto versallesco, y entre su
producción destaca la Glorificación de Luis XIV en el Salón de
la Guerra de Versalles (1678) y el Mausoleo de Mazarino (1689-1693). Pierre
Puget fue el más original de los escultores franceses de la época, aunque
no trabajó en París, y su gusto por el dramatismo y el movimiento violento le
alejaron del clasicismo de su entorno: Milón de Crotona (1671-1682),
inspirada en el Laocoonte.
En España perduró la imaginería religiosa de herencia gótica, generalmente en
madera policromada —a veces con el añadido de ropajes auténticos—, presente o
bien en retablos o bien en figura exenta. Se suelen distinguir en una primera
fase dos escuelas: la castellana, centrada
en Madrid y Valladolid, donde destaca Gregorio Fernández,
que evoluciona de un manierismo de influencia juniana a un cierto
naturalismo (Cristo yacente, 1614; Bautismo de Cristo,
1630), y Manuel Pereira, de corte más clásico (San Bruno, 1652); en
la escuela andaluza, activa en Sevilla y Granada,
destacan: Juan Martínez Montañés, con un estilo clasicista y figuras que
denotan un detallado estudio anatómico (Cristo crucificado, 1603; Inmaculada
Concepción, 1628-1631); su discípulo Juan de Mesa, más dramático que
el maestro (Jesús del Gran Poder, 1620); Alonso Cano, también
discípulo de Montañés, y como él de un contenido clasicismo (Inmaculada
Concepción, 1655; San Antonio de Padua, 1660-1665);
y Pedro de Mena, discípulo de Cano, con un estilo sobrio pero expresivo (Magdalena
penitente, 1664). Desde mediados de siglo se produce el «pleno barroco»,
con una fuerte influencia berniniana, con figuras como Pedro
Roldán (Retablo Mayor del Hospital de la Caridad de Sevilla, 1674).

PINTURA BARROCA
La pintura barroca tuvo un marcado
acento diferenciador geográfico, ya que su desarrollo se produjo por países, en
diversas escuelas nacionales cada una con un sello distintivo. Sin embargo, se
percibe una influencia común proveniente nuevamente de Italia, donde surgieron
dos tendencias contrapuestas: el naturalismo (también
llamado caravagismo), basado en la imitación de la realidad natural, con
cierto gusto por el claroscuro —el llamado tenebrismo—; y
el clasicismo, que es igualmente realista pero con un concepto de la
realidad más intelectual e idealizado. Posteriormente, en el llamado «pleno
barroco» (segunda mitad del siglo XVII), la pintura evolucionó a un estilo más
decorativo, con predominio de la pintura mural y cierta predilección
por los efectos ópticos (trompe-l'oeil) y las escenografías lujosas y
exuberantes.

PINTURA BARROCA EN ITALIA
Como
hemos visto, en un primer lugar surgieron dos tendencias contrapuestas,
naturalismo y clasicismo. La primera tuvo su máximo exponente
en Caravaggio, un artista original y de vida azarosa que, pese a su
prematura muerte, dejó numerosas obras maestras en las que se sintetizan la
descripción minuciosa de la realidad y el tratamiento casi vulgar de los
personajes con una visión no exenta de reflexión intelectual. Igualmente fue
introductor del tenebrismo, donde los personajes destacan sobre un fondo oscuro,
con una iluminación artificial y dirigida, de efecto teatral, que hace resaltar
los objetos y los gestos y actitudes de los personajes.

PINTURA BARROCA EN FRANCIA
En Francia también se dieron las dos corrientes surgidas en
Italia, el naturalismo y el clasicismo, aunque el primero no tuvo excesivo
predicamento, debido al gusto clasicista del arte francés desde el
Renacimiento, y se dio principalmente en provincias y en círculos burgueses y
eclesiásticos, mientras que el segundo fue adoptado como «arte oficial» por la
monarquía y la aristocracia, que le dieron unas señas de identidad propias con
la acuñación del término clasicismo francés. El principal pintor
naturalista fue Georges de La Tour, en cuya obra se distinguen dos fases,
una centrada en la representación de tipos populares y escenas jocosas, y otra
donde predomina la temática religiosa, con un radical tenebrismo donde las
figuras se vislumbran con tenues luces de velas o lámparas de bujía: Magdalena
penitente (1638-1643), San Sebastián cuidado por Santa Irene (1640).

PINTURA BARROCA EN ESPAÑA
En España, pese a la decadencia económica y política, la
pintura alcanzó cotas de gran calidad, por lo que se suele hablar, en paralelo
a la literatura, de un «Siglo de Oro» de la pintura española. La mayor parte de
la producción fue de temática religiosa, practicándose en menor medida la
pintura de género, el retrato y el bodegón —especialmente vanitas—.
Se percibe la influencia italiana y flamenca, que llega sobre todo a través de
estampas: la primera se produce en la primera mitad del siglo XVII, con
predominio del naturalismo tenebrista; y la segunda en el siguiente medio siglo
y principios del XVIII, de procedencia rubeniana. En la primera mitad de
siglo destacan tres escuelas: la castellana (Madrid y Toledo), la
andaluza (Sevilla) y la valenciana. La primera tiene un fuerte sello cortesano,
por ser la sede de la monarquía hispánica, y denota todavía una fuerte
influencia escurialense, perceptible en el estilo realista y austero del arte
producido en esa época. Algunos de sus representantes
son: Bartolomé y Vicente Carducho, Eugenio Cajés, Juan
van der Hamen y Juan
Bautista Maíno, en Madrid; Luis Tristán, Juan Sánchez
Cotán y Pedro Orrente, en Toledo.
En Valencia destacó Francisco Ribalta, con un estilo realista y
colorista, de temática contra reformista (San Bruno, 1625). También se
suele incluir en esta escuela, aunque trabajó principalmente en Italia,
a José de Ribera, de estilo tenebrista pero con un colorido de influencia
veneciana (Sileno borracho, 1626; El martirio de San Felipe,
1639). En Sevilla, tras una primera generación que aún denota la influencia
renacentista (Francisco Pacheco, Juan de Roelas, Francisco de Herrera
el Viejo), surgieron tres grandes maestros que elevaron la pintura española de
la época a cotas de gran altura: Francisco de Zurbarán, Alonso
Cano y Diego Velázquez. Zurbarán se dedicó principalmente a la
temática religiosa —sobre todo en ambientes monásticos—, aunque también
practicó el retrato y el bodegón, con un estilo simple pero efectista, de gran
atención al detalle: San Hugo en el refectorio de los Cartujos (1630), Fray
Gonzalo de Illescas (1639), Santa
Casilda (1640).
Entonces abandonó el tenebrismo y se aventuró
en un profundo estudio de la iluminación pictórica, de los efectos de luz tanto
en los objetos como en el medio ambiente, con los que alcanza cotas de gran
realismo en la representación de sus escenas, que sin embargo no está exento de
un aire de idealización clásica, que muestra un claro trasfondo intelectual que
para el artista era una reivindicación del oficio de pintor como actividad
creativa y elevada. Entre sus obras destacan: El aguador de Sevilla (1620), Los
borrachos (1628-1629), La fragua de Vulcano (1630), La
rendición de Breda (1635), Cristo crucificado (1639), Venus
del espejo (1647-1651), Retrato de Inocencio X (1649), Las
Meninas (1656) y Las Hilanderas (1657).

LITERATURA BARROCA
La literatura barroca, como el resto de las artes, se
desarrolló bajo preceptos políticos absolutistas y religiosos contrarreformistas,
y se caracterizó principalmente por el escepticismo y el pesimismo, con una
visión de la vida planteada como lucha, sueño o mentira, donde todo es fugaz y
perecedero, y donde la actitud frente a la vida es la duda o el desengaño, y la
prudencia como norma de
conducta. Su estilo era suntuoso y recargado, con un lenguaje muy adjetivado,alegórico y metafórico,
y un empleo frecuente de figuras retóricas. Los principales géneros que se
cultivaron fueron la novela utópica y
la poesía bucólica, que junto al teatro —que
por su importancia se trata en otro apartado—, fueron los principales
vehículos de expresión de la literatura barroca. Como ocurrió igualmente con el
resto de las artes, la literatura barroca no fue homogénea en todo el
continente, sino que se formaron diversas escuelas nacionales, cada una con sus
peculiaridades, hecho que fomentó el auge de las lenguas vernáculas y
el progresivo abandono del latín.
. Su
principal sello lingüístico fue el uso y abuso de la metáfora, que lo impregna
todo, con un gusto estético un tanto retorcido, con preferencia por lo deforme
sobre lo bello. La principal corriente fue el marinismo. En
Francia surgió el preciosismo, una corriente similar al marinismo que
otorga especial relevancia a la riqueza del lenguaje, con un estilo elegante y
amanerado. En Inglaterra surgió el eufuismo —por Eufues
o la Anatomía del Ingenio, de John Lyly (1575)—, una corriente
similar al marinismo o el preciosismo, que presta más atención a los efectos
lingüísticos (antítesis, paralelismos) que al contenido, y que mezcla elementos
de la cultura popular con la mitología clásica. En Alemania, la literatura
estuvo influida por la Pléiade francesa, el gongorismo español
y el marinismo italiano, aunque tuvo un desarrollo diferenciado por la
presencia del protestantismo y el mayor peso social de la burguesía, que se
denota en géneros como el Schuldrama («teatro escolar») y
el Gemeindelied («canto parroquial»). Pese al desmembramiento
del territorio alemán en numerosos estados, surgió una conciencia nacional de
la lengua común, que fue protegida a través de lasSprachgesellschaften («sociedades
de la lengua»).En Portugal, la anexión a la corona española originó un período
de cierta decadencia, viéndose la literatura portuguesa sometida al influjo de
la española. Numerosos poetas siguieron el estilo épico de Camões.
2-. EL CLASICISMO
El
Clasicismo es
la denominación historiográfica de un movimiento
cultural, estético e intelectual inspirado en los patrones
estéticos y filosóficos de la Antigüedad clásica, que se desarrolló de
forma simultánea a los distintos estilos
artísticos y movimientos literarios de
la Edad Moderna. Es una etapa corta que marca la transición de
la Edad Moderna a La Edad Contemporánea.
Se
expresó en todos los dominios del arte, desde la arquitectura y
la música hasta la pintura y la literatura. Aparece
junto con el Manierismo, que a su vez dio paso al Barroco y éste
al Rococó; siendo renovado a través del Neoclasicismo y atacado
por el Romanticismo. Llegó a ser la tendencia dominante en las artes
y el pensamiento occidentales durante buena parte de los siglos XVIII y
XIX, en su vertiente institucionalizada en
las academias (el academicismo).
Como su
propio nombre indica se inspiró en los patrones del arte y el pensamiento
del mundo clásico (la Antigua Grecia y la Antigua
Roma). El clasicismo, sin embargo, tiene sus orígenes más inmediatos en la
continuidad de los valores del Renacimiento, junto a la búsqueda del
conocimiento y la perfección que caracterizan al humanismo. El clasicismo recupera
todo ello y lo convierte en un nuevo canon que aspira a lograr la
perfección absoluta a través del arte, tanto en la pintura como en la música y
en la literatura.
El
clasicismo tuvo en el comienzo del siglo XVII una contradicción con el Barroco,
inicialmente en el terreno de la pintura (los Carracci o Guido
Reni frente a Caravaggio) y
que con el paso de los años se extendió, como batalla de ideas, al terreno de
la literatura, justo cuando los cánones barrocos la dominaban casi por
completo. El clasicismo se impuso en el campo de las letras a finales del siglo
XVII, quedando fijado en el ensayo de Boileau L'art poëtique (El arte poética),
(1674).En él, aboga por una literatura emocional que llegue a los sentimientos
del lector/espectador, pero que lo haga a través de los filtros del intelecto.
De esta forma, Boileau carga contra los excesos de lo que posteriormente se
denominará Barroco y Rococó, y apuesta por la recuperación de
la solemnidad clásica y de los valores de la armonía y
el equilibrio que dominaron la literatura de la Antigüedad. Se busca
la armonía y el equilibrio entre el fondo y la forma, el control
consciente en el desarrollo de los temas y el sentido
de orden racional y proporción formal
.
.
3-. EL ROCOCÓ
Aunque el
origen del término es despectivo, pretendiendo ridiculizar la retorcida
decoración de rocailles y coquilles propia
del también denominado estilo Luis XVI, al igual que con el
manierismo, el rococó se terminó por definir como un estilo autónomo, y al
igual que a aquél, una exposición organizada por el Consejo de
Europa le otorgó definitivamente el prestigio historiográfico (Múnich,
1958).
El Rococó es
un movimiento artístico nacido en Francia, que se desarrolla de
forma progresiva entre aproximadamente los años 1730 y 1760.
El
rococó es definido como un arte individualista, anti formalista
y cortesano. Se caracteriza por el gusto por los colores luminosos, suaves
y claros. Predominan las formas inspiradas en la naturaleza, la mitología,
la belleza de los cuerpos desnudos, el arte oriental y especialmente
en los temas galantes y amorosos. Es un arte básicamente mundano, sin
influencias religiosas, que trata temas de la vida diaria y las relaciones
humanas, un estilo que busca reflejar lo que es agradable, refinado, exótico y
sensual.

DEL BARROCO AL ROCOCÓ
Durante
el reinado de Luis XV, la vida de la corte se desarrolla en el palacio de
Versalles, extendiendo el cambio artístico del palacio real y permite su
difusión a toda la alta sociedad francesa. La delicadeza y la alegría de los
motivos rococó han sido vistos a menudo como una reacción a los excesos del
régimen de Luis XIV.
Si
lo Barroco estaba al servicio del poder absolutista, el Rococó está
al servicio de la aristocracia y la burguesía. El artista pasa a
trabajar con más libertad y se expande el mercado del arte. El
rococó se presenta como un arte al servicio de la comodidad, el lujo y la
fiesta. Las escenas de su pintura recogen este nuevo estilo de vida.
Con
respecto a la vertiente social, se inicia un cambio en el papel de la mujer,
que se convierte en organizadora de reuniones para hablar de literatura,
política, juegos de ingenio o para bailar. Este entorno de alta actividad
social dentro de la alta burguesía es el lugar adecuado para que los artistas
se promocionen y hagan clientes. Los motivos del Rococó buscan reproducir el
sentimiento típico de la vida aristocrática, libre de preocupaciones, o de
novela ligera, más que batallas heroicas o figuras religiosas.
La
década de 1730 fue el periodo de mayor vitalidad y desarrollo del Rococó
en Francia. El estilo se inició en la arquitectura y llegó al mobiliario,
la escultura y la pintura (entre los trabajos más significativos, encontramos
los de los artistas Jean-Antoine Watteau y François Boucher). El
estilo rococó se difunde sobre todo gracias a los artistas franceses y a las
publicaciones de la época.
Fue
rápidamente acogido en la zona católica de Alemania, Bohemia y Austria,
donde se fusiona con el barroco germánico. En particular al sur, el rococó
germánico fue aplicado con entusiasmo en la construcción de casas y palacios;
los arquitectos a menudo adornan los interiores con «nubes» de estuco blanco.
En Italia,
el estilo tardo barroco de Francesco Borromini y Guarino
Guarini evoluciona hacia el rococó
en Turín, Venecia, Nápoles y Sicilia, mientras que el
arte en la Toscana y en Roma se mantiene todavía
fuertemente ligado al barroco, pero con sus características básicas muy
marcadas.
En Inglaterra,
el nuevo estilo fue considerado como «el gusto francés por el arte». Los
arquitectos ingleses no seguirían el ejemplo de sus colegas continentales, a
pesar de que la platería, la porcelana y las sedas sí estuvieron fuertemente
influenciadas por el Rococó. Thomas Chippendale transformó el diseño
del mobiliario inglés mediante el estudio y la adaptación del nuevo
estilo. William Hogarth contribuyó a crear una teoría sobre la
belleza del Rococó; sin referirse intencionadamente al nuevo estilo, afirmaba
en su obra Análisis de la belleza (1753) que la curva en S presente
en el Rococó era la base de la belleza y de la gracia presente en el arte y en
la naturaleza.

LA ARQUITECTURA DEL ROCOCÓ
Una
de las características del estilo Rococó será la marca de diferencia entre
exteriores e interiores. El interior será un lugar de fantasía y colorido, mientras
la fachada se caracterizará por la sencillez y la simplicidad. Se abandonan los
órdenes clásicos, y las fachadas de los edificios se distinguirán por ser
lisas, teniendo, como mucho, unas molduras para separar plantas o
enmarcar puertas y ventanas. La forma dominante en las edificaciones rococó era
la circular. Un pabellón central, generalmente entre dos alas bajas y curvas y,
siempre que era posible, rodeado de un jardín o inmerso en un parque natural.
Otras edificaciones podían tomar la forma de pabellones encadenados, en contra
del típico edificio «bloque», propio de la etapa anterior.
En
este momento la ventana aumenta progresivamente de medida, hasta
la puertaventana o «ventana francesa», obteniendo una interrelación
entre interior y exterior que consigue la ideal fusión con la naturaleza, con
el paisaje y el entorno. Se descartan los marcos en ángulo recto, demasiado
rígidos, y se adoptan ventanas arqueadas. Se elimina o reduce el uso de
esculturas monumentales, limitándolas a la ornamentación de los jardines.
En
cualquier caso, el aspecto más destacable de los interiores rococós es la
distribución interna. Los edificios tienen estancias especializadas para cada
función y una distribución muy cómoda. Las habitaciones se diseñan como un
conjunto que, con una marcada funcionalidad, combinan ornamentación, colores y
mobiliario. Por su misma naturaleza, estas tendencias arquitectónicas tuvieron
muy poco reflejo en las construcciones oficiales, fueran laicas o
eclesiásticas. En cambio, el nuevo estilo fue perfecto para las residencias de
la nobleza y la alta burguesía, las clases más ansiosas de cambiar según los
nuevos cánones y las más dotadas de medios económicos para conseguirlo.
En
Alemania, especialmente en Baviera, el Rococó entra con mucha fuerza y
supera las fórmulas barrocas. Destaca, a diferencia de Francia, la capacidad de
adecuar el estilo a construcciones religiosas que consiguió el rococó alemán.

LA ARQUITECTURA DEL ROCOCÓ EN FRANCIA
LA ARQUITECTURA DEL ROCOCÓ EN FRANCIA
Con
el alejamiento de la cultura de los palacios de la corte, las construcciones características de esta época fueron
las casas alejadas del centro de ciudad o en medio del campo: «folies»,
«bergeries», «bagatelles» o «ermitages». En residencias
urbanas, el «hôtel» o mansión en la ciudad, la planta se divide en
unidades espaciales relativamente pequeñas con lo cual se obtienen ámbitos
especializados, de diferente medida según su función: salón, comedor, cuarto,
antecámara, galería, gabinete.
De
esta forma apareció una distribución más práctica que el anterior de «enfilade»,
ahora las habitaciones serían independientes y con acceso individual. Se
cortaron oblicuamente las esquinas de las habitaciones para colocar escaleras
secundarias en los espacios ganados y estos se comunicaron entre sí mediante
pasillos, corredores y galerías.
Entre
los representantes más destacados encontramos a Jean Courtonne y
a Robert de Cotte, nombrado arquitecto de la corte, y que intervino en la
casi totalidad de las obras importantes que se hicieron en Francia durante 30
años.

LA PINTURA DEL ROCOCÓ EN ITALIA
En
el campo de la pintura, los mayores intérpretes del Rococó se pueden considerar
los artistas que trabajaron en la República de Venecia, destacando los
grandes paisajes detallistas con representaciones de los principales espacios
de la ciudad: los canales, la plaza de San Marco y el Palacio Ducal, siguiendo
la corriente llamada venduta.
Entre
las figuras más importantes a considerar encontramos: Giovanni Battista
Tiepolo de quien destaca el Retrato de Antonio Riccobono, San
Rocco y Hércules sofoca a Anteo. Tiepolo pasó cuatro años
en Wurzburgo antes de volver a Venecia y finalmente fue a trabajar
en Madrid, a la corte de Carlos III, ciudad en la que murió
finalmente. Giovanni Antonio Canal, conocido como Canaletto, que realizó
obras entre otras: Plaza de San Marcos, San Cristobal, San
Miguel y Murano,Los caballos de San Marcos en la plaza, El
campo de Rialto en Venecia y Paseo fluvial con columna y arco
de triunfo.

LA PINTURA DEL ROCOCÓ EN ESPAÑA
Como
pintores españoles del siglo XVIII, cercanos al rococó pero de tendencia
academicista, destacan Luis Meléndez y Luis Paret; también el
italiano Giovanni Battista Tiepolo, que trabajó en España junto
a Mengs.
También
destacar la obra pictórica de Antoni Viladomat i Manalt y
de Francesc Tramulles Roig, discípulo de Viladomat y menos conocido debido
al carácter efímero de su obra. Francesc Pla, conocido como «el Vigatà», mostró
una leve influencia del rococó en las pinturas del Palacio Moja de
Barcelona, si bien el resto de su obra hay que ubicarla dentro de un lenguaje barroco.

LA ESCULTURA DEL ROCOCÓ EN FRANCIA
Francia
ocupó un lugar importante a la producción de porcelana durante el
siglo XVIII. Se fabricó
en Ruan, Estrasburgo, Saint-Cloud, Mennecy, Chantilly y
en la Manufactura Real de porcelana de Sèvres.
Después
de unos inicios difíciles (1741) en Vincennes, la Manufactura Real se
trasladó a Sèvres]] en 1756. La porcelana de Sèvres se caracterizaba por sus
dibujos rodeados de ornamentación de rocalla sobre fondo blanco, aunque este
blanco pasó rápidamente a colores de tonos muy vivos como el bleu de
Roi(posterior al Rococó), el amarillo vivo, el azul turquesa, y el rosa
Pompadour (a partir de 1757), de moda durante diez años y que se
denominó así como reconocimiento al interés personal de Madame Pompadour en el
desarrollo de las Manufacturas.
A
partir de la década de 1750 se puso de moda la colocación de placas de Sèvres
como decoración de muebles pequeños o accesorios. Bernard van Risen
Burghfue el primero ebanista conocido que decoró sus obras con placas de
porcelana, una práctica que rápidamente se hizo popular. Fueron muy utilizados
por los ebanistas Martin Carlin y Weisweiler. La arquitecta Alpha
Mariel Polanco ha hecho una gran investigación sobre el Rococò.

LA
ESCULTURA DEL ROCOCÓ EN ITALIA
En el sector de la escultura, el más pobre en este periodo,
se distingue Giacomo Serpotta que, sobre todo en Palermo,
realizó obras para varias iglesias de la ciudad, entre las que podemos citar
los oratorios de Ciudad Santa, de San Lorenzo y del Rosario en San Domenico y
la iglesia de San Francisco de Asís. Se puede considerar que algunos
escultores que realizaron fuentes en Roma y en el palacio de
Caserta se inspiraron en el estilo Rococó.

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