domingo, 10 de noviembre de 2013

Barroco - Clasicismo - Rococo

Barroco - Clasicismo - Rococó
La periodización del barroco permite identificar varias fases: un barroco tenebrista a comienzos de siglo XVII, un barroco pleno o maduro en las décadas centrales del siglo, y un barroco triunfante o decorativo a finales del siglo XVII, que se prolongó en el siglo XVIII con el denominado barroco tardío de imprecisa diferenciación con el rococó, estilo que también puede definirse bajo parámetros bien distintos.
1-. EL BARROCO
El Barroco fue un período de la historia en la cultura occidental originado por una nueva forma de concebir las artes visuales (el «estilo barroco») y que, partiendo desde diferentes contextos histórico-culturales, produjo obras en numerosos campos artísticos: literatura, arquitectura, escultura, pintura, música, ópera, danza, teatro, etc. Se manifestó principalmente en la Europa Occidental aunque debido al colonialismo también se dio en numerosas colonias de las potencias europeas, principalmente en Latinoamérica. Cronológicamente, abarcó todo el siglo XVII y principios del XVIII, con mayor o menor prolongación en el tiempo dependiendo de cada país. Se suele situar entre el Manierismo y el Rococó, en una época caracterizada por fuertes disputas religiosas entre países católicos y protestantes, así como marcadas diferencias políticas entre los estados absolutistas y los parlamentaros, donde una incipiente burguesía empezaba a poner los cimientos del capitalismo.image
Como estilo artístico, el Barroco surgió a principios del siglo XVII (según otros autores a finales del XVI) en Italia —período también conocido en este país como Seicento—, desde donde se extendió hacia la mayor parte de Europa. Durante mucho tiempo (siglos XVIII y XIX) el término «barroco» tuvo un sentido peyorativo, con el significado de recargado, engañoso, caprichoso, hasta que fue posteriormente revalorizado a finales del siglo XIX por Jacob Burckhardt y, en el XX, por Benedetto Croce y Eugeni D’Ors. Algunos historiadores dividen el Barroco en tres períodos: «primitivo» (1580-1630), «maduro» o «pleno» (1630-1680) y «tardío» (1680-1750).
Aunque se suele entender como un período artístico específico, estéticamente el término «barroco» también indica cualquier estilo artístico contrapuesto al clasicismo, concepto introducido por Heinrich Wölfflin en 1915. Así pues, el término «barroco» se puede emplear tanto como sustantivo como adjetivo. Según este planteamiento, cualquier estilo artístico atraviesa por tres fases: arcaica, clásica y barroca. Ejemplos de fases barrocas serían el arte helenístico, el arte gótico, el romanticismo o el modernismo.
El arte se volvió más refinado y ornamentado, con pervivencia de un cierto racionalismo clasicista pero adoptando formas más dinámicas y efectistas y un gusto por lo sorprendente y anecdótico, por las ilusiones ópticas y los golpes de efecto. Se observa una preponderancia de la representación realista: en una época de penuria económica, el hombre se enfrenta de forma más cruda a la realidad. Por otro lado, a menudo esta cruda realidad se somete a la mentalidad de una época turbada y desengañada, lo que se manifiesta en una cierta distorsión de las formas, en efectos forzados y violentos, fuertes contrastes de luces y sombras y cierta tendencia al desequilibrio y la exageración.
El término «barroco» proviene de un vocablo de origen portugués (barrôco), cuyo femenino denominaba a las perlas que tenían alguna deformidad (como en castellano el vocablo «barruecas»). Fue en origen una palabra despectiva que designaba un tipo de arte caprichoso, grandilocuente, excesivamente recargado. Así apareció por vez primera en el Dictionnaire de Trévoux (1771), que define «en pintura, un cuadro o una figura de gusto barroco, donde las reglas y las proporciones no son respetadas y todo está representado siguiendo el capricho del artista».
Otra teoría lo deriva del sustantivo baroco, un silogismo de origen aristotélico proveniente de la filosofía escolástica medieval, que señala una ambigüedad que, basada en un débil contenido lógico, hace confundir lo verdadero con lo falso. Así, esta figura señala un tipo de razonamiento pedante y artificioso, generalmente en tono sarcástico y no exento de polémica. En ese sentido lo aplicó Francesco Milizia en su Dizionario delle belle arti del disegno (1797), donde expresa que «barroco es el superlativo de bizarro, el exceso del ridículo».
El término «barroco» fue usado a partir del siglo XVIII con un sentido despectivo, para subrayar el exceso de énfasis y abundancia de ornamentación, a diferencia de la racionalidad más clara y sobria de la Ilustración. En ese tiempo, barroco era sinónimo de otros adjetivos como «absurdo» o «grotesco»
Por otro lado, frente al Barroco como un determinado período de la historia de la cultura, a principios del siglo XX surgió una segunda acepción, la de «lo barroco» como una fase presente en la evolución de todos los estilos artísticos. Ya Nietzsche aseveró que «el estilo barroco surge cada vez que muere un gran arte».El primero en otorgar un sentido estético transhistórico al Barroco fue Heinrich Wölfflin (Kunstgeschichtliche Grundbegriffe, 1915), quien estableció un principio general de alternancia entre clasicismo y barroco, que rige la evolución de los estilos artísticos
El arte barroco buscaba la creación de una realidad alternativa a través de la ficción y la ilusión. Esta tendencia tuvo su máxima expresión en la fiesta y la celebración lúdica; edificios como iglesias o palacios, o bien un barrio o una ciudad entera, se convertían en teatros de la vida, en escenarios donde se mezclaba la realidad y la ilusión, donde los sentidos se sometían al engaño y el artificio. Durante el Barroco, el carácter ornamental, artificioso y recargado del arte de este tiempo traslucía un sentido vital transitorio, relacionado con el memento mori, el valor efímero de las riquezas frente a la inevitabilidad de la muerte, en paralelo al género pictórico de las vanitas. Este sentimiento llevó a valorar de forma vitalista la fugacidad del instante, a disfrutar de los leves momentos de esparcimiento que otorga la vida, o de las celebraciones y actos solemnes. Así, los nacimientos, bodas, defunciones, actos religiosos, o las coronaciones reales y demás actos lúdicos o ceremoniales, se revestían de una pompa y una artificiosidad de carácter escenográfico, donde se elaboraban grandes montajes que aglutinaban arquitectura y decorados para proporcionar una magnificencia elocuente a cualquier celebración, que se convertía en un espectáculo de carácter casi catártico, donde cobraba especial relevancia el elemento ilusorio, la atenuación de la frontera entre realidad y fantasía.
Cabe destacar que el Barroco es un concepto heterogéneo que no presentó una unidad estilística ni geográfica ni cronológicamente, sino que en su seno se encuentran diversas tendencias estilísticas, principalmente en el terreno de la pintura. Las principales serían: naturalismo, estilo basado en la observación de la naturaleza pero sometida a ciertas directrices establecidas por el artista, basadas en criterios morales y estéticos o, simplemente, derivados de la libre interpretación del artista a la hora de concebir su obra; realismo, tendencia surgida de la estricta imitación de la naturaleza, ni interpretada ni edulcorada, sino representada minuciosamente hasta en sus más pequeños detalles; clasicismo, corriente centrada en la idealización y perfección de la naturaleza, evocadora de elevados sentimientos y profundas reflexiones, con la aspiración de reflejar la belleza en toda su plenitud
Por último, cabe señalar que en el Barroco surgieron o se desarrollaron nuevos géneros pictóricos. Si hasta entonces había preponderado en el arte la representación de temas históricos, mitológicos o religiosos, los profundos cambios sociales vividos en el siglo XVII propiciaron el interés por nuevos temas, especialmente en los países protestantes, cuya severa moralidad impedía la representación de imágenes religiosas por considerarlas idolatría. Por otro lado, el auge de la burguesía, que para remarcar su estatus invirtió de forma decidida en el arte, trajo consigo la representación de nuevos temas alejados de las grandilocuentes escenas preferidas por la aristocracia.
ARQUITECTURA BARROCA
La arquitectura barroca asumió unas formas más dinámicas, con una exuberante decoración y un sentido escenográfico de las formas y los volúmenes. Cobró relevancia la modulación del espacio, con preferencia por las curvas cóncavas y convexas, poniendo especial atención en los juegos ópticos (trompe-l'œil) y el punto de vista del espectador. También cobró una gran importancia el urbanismo, debido a los monumentales programas desarrollados por reyes y papas, con un concepto integrador de la arquitectura y el paisaje que buscaba la recreación de un continuum espacial, de la expansión de las formas hacia el infinito, como expresión de unos elevados ideales, sean políticos o religiosos.image
ARQUITECTURA BARROCA EN ITALIA
Al igual que en la época anterior, el motor del nuevo estilo volvió a ser Italia, gracias principalmente a la conciencia de la Iglesia y a los grandes programas arquitectónicos y urbanísticos desarrollados por la sede pontificia, deseosa de mostrar al mundo su victoria contra la Reforma. La principal modalidad constructiva de la arquitectura barroca italiana fue la iglesia, que se convirtió en el máximo exponente de la propaganda contra reformista. Las iglesias barrocas italianas se caracterizan por la abundancia de formas dinámicas, con predominio de las curvas cóncavas y convexas, con fachadas ricamente decoradas y repletas de esculturas, así como gran número de columnas, que a menudo se desprenden del muro, y con interiores donde predominan igualmente la forma curva y una profusa decoración. Entre sus diversas planimetrías destacó especialmente entre finales del siglo XVI y principios del XVII el diseño en dos cuerpos, con dos frontones concéntricos (curvo el exterior y triangular el interior), siguiendo el modelo de la fachada de la Iglesia del Gesù de Giacomo della Porta (1572).
Uno de sus primeros representantes fue Carlo Maderno, autor de la fachada de San Pedro del Vaticano (1607-1612) —al que además modificó la planta, pasando de la de cruz griega proyectada por Bramante a una de cruz latina—, y la Iglesia de Santa Susana (1597-1603). Pero uno de los mayores impulsores del nuevo estilo fue el arquitecto y escultor Gian Lorenzo Bernini, el principal artífice de la Roma monumental que conocemos hoy día: baldaquino de San Pedro (1624-1633) —donde aparece la columna salomónica, posteriormente uno de los signos distintivos del Barroco—, columnata de la Plaza de San Pedro (1656-1667), San Andrés del Quirinal (1658-1670), Palacio Chigi-Odescalchi (1664-1667). El otro gran nombre de la época es Francesco Borro mini, arquitecto de gran inventiva que subvirtió todas las normas de la arquitectura clásica —a las que pese a todo aún se aferraba Bernini—, a través del uso de superficies alabeadas, bóvedas nervadas y arcos mixtilíneos, creando una arquitectura de carácter casi escultórico. Fue autor de las iglesias de San Carlo alle Quattre Fontane (1634-1640), Sant'Ivo alla Sapiencia (1642-1650) y Sant'Agnese in Agone (1653-1661). El tercer arquitecto de renombre activo en Roma fue Pietro da Cortona, que también era pintor, circunstancia quizá por la cual creó volúmenes de gran plasticidad, con grandes contrastes de luz y sombra (Santa María della Pace, 1656-1657; Santi Luca e Martina, 1635-1650). Fuera de Roma cabe destacar la figura de Baldassare Longhena en Venecia, autor de la Iglesia de Santa María della Salute (1631-1650); y Guarino Guarini y Filipo Juvara en Turín, autor de la Capilla del Santo Sudario (1667-1690) el primero, y de la Basílica de Superga (1717-1731) el segundo.
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ARQUITECTURA BARROCA EN FRANCIA
En Francia, bajo los reinados de Luis XIII y Luis XIV, se iniciaron una serie de construcciones de gran fastuosidad, que pretendían mostrar la grandeza del monarca y el carácter sublime y divino de la monarquía absolutista. Aunque en la arquitectura francesa se percibe cierta influencia de la italiana, esta fue reinterpretada de una forma más sobria y equilibrada, más fiel al clasicismo renacentista, por lo que el arte francés de la época se suele denominar como clasicismo francés.
Las primeras realizaciones de relevancia corrieron a cargo de Jacques Lemercier (Iglesia de la Sorbona, 1635) y François Mansart (Palacio de Maisons-Lafitte, 1624-1626; Iglesia de Val-de-Grâce, 1645-1667). Posteriormente, los grandes programas áulicos se centraron en la nueva fachada del Palacio del Louvre, de Louis Le Vau y Claude Perrault (1667-1670) y, especialmente, en el Palacio de Versalles, de Le Vau y Jules Hardouin-Mansart(1669-1685). De este último arquitecto conviene también destacar la Iglesia de San Luis de los Inválidos (1678-1691), así como el trazado de la Plaza Vendôme de París (1685-1708).image
ARQUITECTURA BARROCA EN ESPAÑA
En España, la arquitectura de la primera mitad del siglo XVII acusó la herencia herreriana, con una austeridad y simplicidad geométrica de influencia escurialense. Lo barroco se fue introduciendo paulatinamente sobre todo en la recargada decoración interior de iglesias y palacios, donde los retablos fueron evolucionando hacia cotas de cada vez más elevada magnificencia. En este período fue Juan Gómez de Mora la figura más destacada, siendo autor de la Clerecía de Salamanca (1617), el Ayuntamiento (1644-1702) y la Plaza Mayor de Madrid (1617-1619). Otros autores de la época fueron: Alonso Carbonel, autor del Palacio del Buen Retiro (1630-1640); Pedro Sánchez y Francisco Bautista, autores de la Colegiata de San Isidro de Madrid (1620-1664).
Hacia mediados de siglo fueron ganando terreno las formas más ricas y los volúmenes más libres y dinámicos, con decoraciones naturalistas (guirnaldas, cartelas vegetales) o de formas abstractas (molduras y baquetones recortados, generalmente de forma mixtilínea). En esta época conviene recordar los nombres de Pedro de la Torre, José de Villarreal, José del Olmo, Sebastián Herrera Bar nuevo y, especialmente, Alonso Cano, autor de la fachada de la Catedral de Granada (1667).
Entre finales de siglo y comienzos del XVIII se dio el estilo churrigueresco (por los hermanos Churriguera), caracterizado por su exuberante decorativismo y el uso de columnas salomónicas: José Benito Churriguera fue autor del Retablo Mayor de San Esteban de Salamanca (1692) y la fachada del palacio-iglesia de Nuevo Baztán en Madrid (1709-1722); Alberto Churriguera proyectó la Plaza Mayor de Salamanca (1728-1735); y Joaquín Churriguera fue autor del Colegio de Calatrava (1717) y el Claustro de San Bartolomé (1715) en Salamanca, de influencia plateresca. Otras figuras de la época fueron: Teodoro Ardemans, autor de la fachada del Ayuntamiento de Madrid y el primer proyecto para el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso (1718-1726); Pedro de Ribera, autor del Puente de Toledo (1718-1732), el Cuartel del Conde-Duque (1717) y la fachada de la Iglesia de Nuestra Señora de Montserrat de Madrid (1720); Narciso Tomé, autor del Transparente de la Catedral de Toledo(1721-1734); el alemán Konrad Rudolf, autor de la fachada de la Catedral de Valencia (1703); Jaime Bort, artífice de la fachada de la Catedral de Murcia (1736-1753); Vicente Acero, que proyectó la Catedral de Cádiz (1722-1762); y Fernando de Casas Novoa, autor de la fachada del Obradoiro de la Catedral de Santiago de Compostela (1739-1750
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ESCULTURA BARROCA
La escultura barroca adquirió el mismo carácter dinámico, sinuoso, expresivo, ornamental, que la arquitectura —con la que llegará a una perfecta simbiosis sobre todo en edificios religiosos—, destacando el movimiento y la expresión, partiendo de una base naturalista pero deformada a capricho del artista. La evolución de la escultura no fue uniforme en todos los países, ya que en ámbitos como España y Alemania, donde el arte gótico había tenido mucho asentamiento —especialmente en la imaginería religiosa—, aún pervivirían ciertas formas estilísticas de la tradición local, mientras que en países donde el Renacimiento había supuesto la implantación de las formas clásicas (Italia y Francia) la perduración de estas es más acentuada. Por temática, junto a la religiosa tuvo bastante importancia la mitológica, sobre todo en palacios, fuentes y jardines.
En Italia destacó nuevamente Gian Lorenzo Bernini, escultor de formación aunque trabajase como arquitecto por encargo de varios papas. Influido por la escultura helenística —que en Roma podía estudiar a la perfección gracias a las colecciones arqueológicas papales—, logró una gran maestría en la expresión del movimiento, en la fijación de la acción parada en el tiempo. Fue autor de obras tan relevantes como Eneas, Anquises y Ascanio huyendo de Troya (1618-1619), El rapto de Proserpina (1621-1622), Apolo y Dafne (1622-1625), David lanzando su honda (1623-1624), el Sepulcro de Urbano VIII (1628-1647), Éxtasis de Santa Teresa (1644-1652), la Fuente de los Cuatro Ríos en Piazza Navona (1648-1651) y Muerte de la beata Ludovica Albertoni (1671-1674).58 Otros escultores de la época fueron: Stefano Maderno, a caballo entre el Manierismo y el Barroco (Santa Cecilia, 1600); François Duquesnoy, flamenco de nacimiento pero activo en Roma (San Andrés, 1629-1633); Alessandro Algardi, formado en la escuela boloñesa, de corte clásico (Decapitación de San Pablo, 1641-1647; El papa San León deteniendo a Atila, 1646-1653); y Ercole Ferrata, discípulo de Bernini (La muerte en la hoguera de Santa Inés, 1660).
En Francia la escultura fue heredera del clasicismo renacentista, con preeminencia del aspecto decorativo y cortesano, y de la temática mitológica. Jacques Sarrazin se formó en Roma, donde estudió la escultura clásica y la obra de Miguel Ángel, cuya influencia se trasluce en sus Cariátides del Pavillon de l'Horloge del Louvre (1636). François Girardon trabajó en la decoración de Versalles, y es recordado por su Mausoleo del Cardenal Richelieu (1675-1694) y por el grupo de Apolo y las Ninfas de Versalles (1666-1675), inspirado en el  Apolo de Belvedere de Leócares (circa 330 a. C.-300 a. C.). Antoine Coysevox también participó en el proyecto versallesco, y entre su producción destaca la Glorificación de Luis XIV en el Salón de la Guerra de Versalles (1678) y el Mausoleo de Mazarino (1689-1693). Pierre Puget fue el más original de los escultores franceses de la época, aunque no trabajó en París, y su gusto por el dramatismo y el movimiento violento le alejaron del clasicismo de su entorno: Milón de Crotona (1671-1682), inspirada en el Laocoonte. En España perduró la imaginería religiosa de herencia gótica, generalmente en madera policromada —a veces con el añadido de ropajes auténticos—, presente o bien en retablos o bien en figura exenta. Se suelen distinguir en una primera fase dos escuelas: la castellana, centrada en Madrid y Valladolid, donde destaca Gregorio Fernández, que evoluciona de un manierismo de influencia juniana a un cierto naturalismo (Cristo yacente, 1614; Bautismo de Cristo, 1630), y Manuel Pereira, de corte más clásico (San Bruno, 1652); en la escuela andaluza, activa en Sevilla y Granada, destacan: Juan Martínez Montañés, con un estilo clasicista y figuras que denotan un detallado estudio anatómico (Cristo crucificado, 1603; Inmaculada Concepción, 1628-1631); su discípulo Juan de Mesa, más dramático que el maestro (Jesús del Gran Poder, 1620); Alonso Cano, también discípulo de Montañés, y como él de un contenido clasicismo (Inmaculada Concepción, 1655; San Antonio de Padua, 1660-1665); y Pedro de Mena, discípulo de Cano, con un estilo sobrio pero expresivo (Magdalena penitente, 1664). Desde mediados de siglo se produce el «pleno barroco», con una fuerte influencia berniniana, con figuras como Pedro Roldán (Retablo Mayor del Hospital de la Caridad de Sevilla, 1674).
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PINTURA BARROCA
La pintura barroca tuvo un marcado acento diferenciador geográfico, ya que su desarrollo se produjo por países, en diversas escuelas nacionales cada una con un sello distintivo. Sin embargo, se percibe una influencia común proveniente nuevamente de Italia, donde surgieron dos tendencias contrapuestas: el naturalismo (también llamado caravagismo), basado en la imitación de la realidad natural, con cierto gusto por el claroscuro —el llamado tenebrismo—; y el clasicismo, que es igualmente realista pero con un concepto de la realidad más intelectual e idealizado. Posteriormente, en el llamado «pleno barroco» (segunda mitad del siglo XVII), la pintura evolucionó a un estilo más decorativo, con predominio de la pintura mural y cierta predilección por los efectos ópticos (trompe-l'oeil) y las escenografías lujosas y exuberantes.
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PINTURA BARROCA EN ITALIA
Como hemos visto, en un primer lugar surgieron dos tendencias contrapuestas, naturalismo y clasicismo. La primera tuvo su máximo exponente en Caravaggio, un artista original y de vida azarosa que, pese a su prematura muerte, dejó numerosas obras maestras en las que se sintetizan la descripción minuciosa de la realidad y el tratamiento casi vulgar de los personajes con una visión no exenta de reflexión intelectual. Igualmente fue introductor del tenebrismo, donde los personajes destacan sobre un fondo oscuro, con una iluminación artificial y dirigida, de efecto teatral, que hace resaltar los objetos y los gestos y actitudes de los personajes.
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PINTURA BARROCA EN FRANCIA
En Francia también se dieron las dos corrientes surgidas en Italia, el naturalismo y el clasicismo, aunque el primero no tuvo excesivo predicamento, debido al gusto clasicista del arte francés desde el Renacimiento, y se dio principalmente en provincias y en círculos burgueses y eclesiásticos, mientras que el segundo fue adoptado como «arte oficial» por la monarquía y la aristocracia, que le dieron unas señas de identidad propias con la acuñación del término clasicismo francés. El principal pintor naturalista fue Georges de La Tour, en cuya obra se distinguen dos fases, una centrada en la representación de tipos populares y escenas jocosas, y otra donde predomina la temática religiosa, con un radical tenebrismo donde las figuras se vislumbran con tenues luces de velas o lámparas de bujía: Magdalena penitente (1638-1643), San Sebastián cuidado por Santa Irene (1640).
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PINTURA BARROCA EN ESPAÑA
En España, pese a la decadencia económica y política, la pintura alcanzó cotas de gran calidad, por lo que se suele hablar, en paralelo a la literatura, de un «Siglo de Oro» de la pintura española. La mayor parte de la producción fue de temática religiosa, practicándose en menor medida la pintura de género, el retrato y el bodegón —especialmente vanitas—. Se percibe la influencia italiana y flamenca, que llega sobre todo a través de estampas: la primera se produce en la primera mitad del siglo XVII, con predominio del naturalismo tenebrista; y la segunda en el siguiente medio siglo y principios del XVIII, de procedencia rubeniana. En la primera mitad de siglo destacan tres escuelas: la castellana (Madrid y Toledo), la andaluza (Sevilla) y la valenciana. La primera tiene un fuerte sello cortesano, por ser la sede de la monarquía hispánica, y denota todavía una fuerte influencia escurialense, perceptible en el estilo realista y austero del arte producido en esa época. Algunos de sus representantes son: Bartolomé y Vicente Carducho, Eugenio Cajés, Juan van der Hamen y Juan Bautista Maíno, en Madrid; Luis Tristán, Juan Sánchez Cotán y Pedro Orrente, en Toledo. En Valencia destacó Francisco Ribalta, con un estilo realista y colorista, de temática contra reformista (San Bruno, 1625). También se suele incluir en esta escuela, aunque trabajó principalmente en Italia, a José de Ribera, de estilo tenebrista pero con un colorido de influencia veneciana (Sileno borracho, 1626; El martirio de San Felipe, 1639). En Sevilla, tras una primera generación que aún denota la influencia renacentista (Francisco Pacheco, Juan de Roelas, Francisco de Herrera el Viejo), surgieron tres grandes maestros que elevaron la pintura española de la época a cotas de gran altura: Francisco de Zurbarán, Alonso Cano y Diego Velázquez. Zurbarán se dedicó principalmente a la temática religiosa —sobre todo en ambientes monásticos—, aunque también practicó el retrato y el bodegón, con un estilo simple pero efectista, de gran atención al detalle: San Hugo en el refectorio de los Cartujos (1630), Fray Gonzalo de Illescas (1639), Santa Casilda (1640).
 Entonces abandonó el tenebrismo y se aventuró en un profundo estudio de la iluminación pictórica, de los efectos de luz tanto en los objetos como en el medio ambiente, con los que alcanza cotas de gran realismo en la representación de sus escenas, que sin embargo no está exento de un aire de idealización clásica, que muestra un claro trasfondo intelectual que para el artista era una reivindicación del oficio de pintor como actividad creativa y elevada. Entre sus obras destacan: El aguador de Sevilla (1620), Los borrachos (1628-1629), La fragua de Vulcano (1630), La rendición de Breda (1635), Cristo crucificado (1639), Venus del espejo (1647-1651), Retrato de Inocencio X (1649), Las Meninas (1656) y Las Hilanderas (1657).
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 LITERATURA BARROCA
La literatura barroca, como el resto de las artes, se desarrolló bajo preceptos políticos absolutistas y religiosos contrarreformistas, y se caracterizó principalmente por el escepticismo y el pesimismo, con una visión de la vida planteada como lucha, sueño o mentira, donde todo es fugaz y perecedero, y donde la actitud frente a la vida es la duda o el desengaño, y la prudencia como norma de conducta. Su estilo era suntuoso y recargado, con un lenguaje muy adjetivado,alegórico y metafórico, y un empleo frecuente de figuras retóricas. Los principales géneros que se cultivaron fueron la novela utópica y la poesía bucólica, que junto al teatro —que por su importancia se trata en otro apartado—, fueron los principales vehículos de expresión de la literatura barroca. Como ocurrió igualmente con el resto de las artes, la literatura barroca no fue homogénea en todo el continente, sino que se formaron diversas escuelas nacionales, cada una con sus peculiaridades, hecho que fomentó el auge de las lenguas vernáculas y el progresivo abandono del latín.
. Su principal sello lingüístico fue el uso y abuso de la metáfora, que lo impregna todo, con un gusto estético un tanto retorcido, con preferencia por lo deforme sobre lo bello. La principal corriente fue el marinismo. En Francia surgió el preciosismo, una corriente similar al marinismo que otorga especial relevancia a la riqueza del lenguaje, con un estilo elegante y amanerado. En Inglaterra surgió el eufuismo —por Eufues o la Anatomía del Ingenio, de John Lyly (1575)—, una corriente similar al marinismo o el preciosismo, que presta más atención a los efectos lingüísticos (antítesis, paralelismos) que al contenido, y que mezcla elementos de la cultura popular con la mitología clásica. En Alemania, la literatura estuvo influida por la Pléiade francesa, el gongorismo español y el marinismo italiano, aunque tuvo un desarrollo diferenciado por la presencia del protestantismo y el mayor peso social de la burguesía, que se denota en géneros como el Schuldrama («teatro escolar») y el Gemeindelied («canto parroquial»). Pese al desmembramiento del territorio alemán en numerosos estados, surgió una conciencia nacional de la lengua común, que fue protegida a través de lasSprachgesellschaften («sociedades de la lengua»).En Portugal, la anexión a la corona española originó un período de cierta decadencia, viéndose la literatura portuguesa sometida al influjo de la española. Numerosos poetas siguieron el estilo épico de Camões.
2-. EL CLASICISMO
El Clasicismo  es la denominación historiográfica de un movimiento cultural, estético e intelectual inspirado en los patrones estéticos y filosóficos de la Antigüedad clásica, que se desarrolló de forma simultánea a los distintos estilos artísticos y movimientos literarios de la Edad Moderna. Es una etapa corta que marca la transición de la Edad Moderna a La Edad Contemporánea.
Se expresó en todos los dominios del arte, desde la arquitectura y la música hasta la pintura y la literatura. Aparece junto con el Manierismo, que a su vez dio paso al Barroco y éste al Rococó; siendo renovado a través del Neoclasicismo y atacado por el Romanticismo. Llegó a ser la tendencia dominante en las artes y el pensamiento occidentales durante buena parte de los siglos XVIII y XIX, en su vertiente institucionalizada en las academias (el academicismo).
Como su propio nombre indica se inspiró en los patrones del arte y el pensamiento del mundo clásico (la Antigua Grecia y la Antigua Roma). El clasicismo, sin embargo, tiene sus orígenes más inmediatos en la continuidad de los valores del Renacimiento, junto a la búsqueda del conocimiento y la perfección que caracterizan al humanismo. El clasicismo recupera todo ello y lo convierte en un nuevo canon que aspira a lograr la perfección absoluta a través del arte, tanto en la pintura como en la música y en la literatura.
El clasicismo tuvo en el comienzo del siglo XVII una contradicción con el Barroco, inicialmente en el terreno de la pintura (los Carracci o Guido Reni frente a Caravaggio) y que con el paso de los años se extendió, como batalla de ideas, al terreno de la literatura, justo cuando los cánones barrocos la dominaban casi por completo. El clasicismo se impuso en el campo de las letras a finales del siglo XVII, quedando fijado en el ensayo de Boileau L'art poëtique (El arte poética), (1674).En él, aboga por una literatura emocional que llegue a los sentimientos del lector/espectador, pero que lo haga a través de los filtros del intelecto. De esta forma, Boileau carga contra los excesos de lo que posteriormente se denominará Barroco y Rococó, y apuesta por la recuperación de la solemnidad clásica y de los valores de la armonía y el equilibrio que dominaron la literatura de la Antigüedad. Se busca la armonía y el equilibrio entre el fondo y la forma, el control consciente en el desarrollo de los temas y el sentido de orden racional y proporción formal
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3-. EL ROCOCÓ
Aunque el origen del término es despectivo, pretendiendo ridiculizar la retorcida decoración de rocailles y coquilles propia del también denominado estilo Luis XVI, al igual que con el manierismo, el rococó se terminó por definir como un estilo autónomo, y al igual que a aquél, una exposición organizada por el Consejo de Europa le otorgó definitivamente el prestigio historiográfico (Múnich, 1958).
El Rococó es un movimiento artístico nacido en Francia, que se desarrolla de forma progresiva entre aproximadamente los años 1730 y 1760.
El rococó es definido como un arte individualista, anti formalista y cortesano. Se caracteriza por el gusto por los colores luminosos, suaves y claros. Predominan las formas inspiradas en la naturaleza, la mitología, la belleza de los cuerpos desnudos, el arte oriental y especialmente en los temas galantes y amorosos. Es un arte básicamente mundano, sin influencias religiosas, que trata temas de la vida diaria y las relaciones humanas, un estilo que busca reflejar lo que es agradable, refinado, exótico y sensual.
DEL BARROCO AL ROCOCÓ
Durante el reinado de Luis XV, la vida de la corte se desarrolla en el palacio de Versalles, extendiendo el cambio artístico del palacio real y permite su difusión a toda la alta sociedad francesa. La delicadeza y la alegría de los motivos rococó han sido vistos a menudo como una reacción a los excesos del régimen de Luis XIV.
Si lo Barroco estaba al servicio del poder absolutista, el Rococó está al servicio de la aristocracia y la burguesía. El artista pasa a trabajar con más libertad y se expande el mercado del arte. El rococó se presenta como un arte al servicio de la comodidad, el lujo y la fiesta. Las escenas de su pintura recogen este nuevo estilo de vida.
Con respecto a la vertiente social, se inicia un cambio en el papel de la mujer, que se convierte en organizadora de reuniones para hablar de literatura, política, juegos de ingenio o para bailar. Este entorno de alta actividad social dentro de la alta burguesía es el lugar adecuado para que los artistas se promocionen y hagan clientes. Los motivos del Rococó buscan reproducir el sentimiento típico de la vida aristocrática, libre de preocupaciones, o de novela ligera, más que batallas heroicas o figuras religiosas.
 La década de 1730 fue el periodo de mayor vitalidad y desarrollo del Rococó en Francia. El estilo se inició en la arquitectura y llegó al mobiliario, la escultura y la pintura (entre los trabajos más significativos, encontramos los de los artistas Jean-Antoine Watteau y François Boucher). El estilo rococó se difunde sobre todo gracias a los artistas franceses y a las publicaciones de la época.
Fue rápidamente acogido en la zona católica de Alemania, Bohemia y Austria, donde se fusiona con el barroco germánico. En particular al sur, el rococó germánico fue aplicado con entusiasmo en la construcción de casas y palacios; los arquitectos a menudo adornan los interiores con «nubes» de estuco blanco.
En Italia, el estilo tardo barroco de Francesco Borromini y Guarino Guarini evoluciona hacia el rococó en Turín, Venecia, Nápoles y Sicilia, mientras que el arte en la Toscana y en Roma se mantiene todavía fuertemente ligado al barroco, pero con sus características básicas muy marcadas.
En Inglaterra, el nuevo estilo fue considerado como «el gusto francés por el arte». Los arquitectos ingleses no seguirían el ejemplo de sus colegas continentales, a pesar de que la platería, la porcelana y las sedas sí estuvieron fuertemente influenciadas por el Rococó. Thomas Chippendale transformó el diseño del mobiliario inglés mediante el estudio y la adaptación del nuevo estilo. William Hogarth contribuyó a crear una teoría sobre la belleza del Rococó; sin referirse intencionadamente al nuevo estilo, afirmaba en su obra Análisis de la belleza (1753) que la curva en S presente en el Rococó era la base de la belleza y de la gracia presente en el arte y en la naturaleza.
LA ARQUITECTURA DEL ROCOCÓ
Una de las características del estilo Rococó será la marca de diferencia entre exteriores e interiores. El interior será un lugar de fantasía y colorido, mientras la fachada se caracterizará por la sencillez y la simplicidad. Se abandonan los órdenes clásicos, y las fachadas de los edificios se distinguirán por ser lisas, teniendo, como mucho, unas molduras para separar plantas o enmarcar puertas y ventanas. La forma dominante en las edificaciones rococó era la circular. Un pabellón central, generalmente entre dos alas bajas y curvas y, siempre que era posible, rodeado de un jardín o inmerso en un parque natural. Otras edificaciones podían tomar la forma de pabellones encadenados, en contra del típico edificio «bloque», propio de la etapa anterior.
En este momento la ventana aumenta progresivamente de medida, hasta la puertaventana o «ventana francesa», obteniendo una interrelación entre interior y exterior que consigue la ideal fusión con la naturaleza, con el paisaje y el entorno. Se descartan los marcos en ángulo recto, demasiado rígidos, y se adoptan ventanas arqueadas. Se elimina o reduce el uso de esculturas monumentales, limitándolas a la ornamentación de los jardines.
En cualquier caso, el aspecto más destacable de los interiores rococós es la distribución interna. Los edificios tienen estancias especializadas para cada función y una distribución muy cómoda. Las habitaciones se diseñan como un conjunto que, con una marcada funcionalidad, combinan ornamentación, colores y mobiliario. Por su misma naturaleza, estas tendencias arquitectónicas tuvieron muy poco reflejo en las construcciones oficiales, fueran laicas o eclesiásticas. En cambio, el nuevo estilo fue perfecto para las residencias de la nobleza y la alta burguesía, las clases más ansiosas de cambiar según los nuevos cánones y las más dotadas de medios económicos para conseguirlo.
En Alemania, especialmente en Baviera, el Rococó entra con mucha fuerza y supera las fórmulas barrocas. Destaca, a diferencia de Francia, la capacidad de adecuar el estilo a construcciones religiosas que consiguió el rococó alemán. 

LA ARQUITECTURA DEL ROCOCÓ EN FRANCIA
Con el alejamiento de la cultura de los palacios de la corte, las construcciones características de esta época fueron las casas alejadas del centro de ciudad o en medio del campo: «folies», «bergeries», «bagatelles» o «ermitages». En residencias urbanas, el «hôtel» o mansión en la ciudad, la planta se divide en unidades espaciales relativamente pequeñas con lo cual se obtienen ámbitos especializados, de diferente medida según su función: salón, comedor, cuarto, antecámara, galería, gabinete.
De esta forma apareció una distribución más práctica que el anterior de «enfilade», ahora las habitaciones serían independientes y con acceso individual. Se cortaron oblicuamente las esquinas de las habitaciones para colocar escaleras secundarias en los espacios ganados y estos se comunicaron entre sí mediante pasillos, corredores y galerías.
Entre los representantes más destacados encontramos a Jean Courtonne y a Robert de Cotte, nombrado arquitecto de la corte, y que intervino en la casi totalidad de las obras importantes que se hicieron en Francia durante 30 años.

LA PINTURA DEL ROCOCÓ EN ITALIA
En el campo de la pintura, los mayores intérpretes del Rococó se pueden considerar los artistas que trabajaron en la República de Venecia, destacando los grandes paisajes detallistas con representaciones de los principales espacios de la ciudad: los canales, la plaza de San Marco y el Palacio Ducal, siguiendo la corriente llamada venduta.

Entre las figuras más importantes a considerar encontramos: Giovanni Battista Tiepolo de quien destaca el Retrato de Antonio RiccobonoSan Rocco y Hércules sofoca a Anteo. Tiepolo pasó cuatro años en Wurzburgo antes de volver a Venecia y finalmente fue a trabajar en Madrid, a la corte de Carlos III, ciudad en la que murió finalmente. Giovanni Antonio Canal, conocido como Canaletto, que realizó obras entre otras: Plaza de San MarcosSan Cristobal, San Miguel y Murano,Los caballos de San Marcos en la plazaEl campo de Rialto en Venecia y Paseo fluvial con columna y arco de triunfo.
LA PINTURA DEL ROCOCÓ EN ESPAÑA
Como pintores españoles del siglo XVIII, cercanos al rococó pero de tendencia academicista, destacan Luis Meléndez y Luis Paret; también el italiano Giovanni Battista Tiepolo, que trabajó en España junto a Mengs.
También destacar la obra pictórica de Antoni Viladomat i Manalt y de Francesc Tramulles Roig, discípulo de Viladomat y menos conocido debido al carácter efímero de su obra. Francesc Pla, conocido como «el Vigatà», mostró una leve influencia del rococó en las pinturas del Palacio Moja de Barcelona, si bien el resto de su obra hay que ubicarla dentro de un lenguaje barroco.
LA ESCULTURA DEL ROCOCÓ EN FRANCIA
Francia ocupó un lugar importante a la producción de porcelana durante el siglo XVIII. Se fabricó en Ruan, Estrasburgo, Saint-Cloud, Mennecy, Chantilly y en la Manufactura Real de porcelana de Sèvres.
Después de unos inicios difíciles (1741) en Vincennes, la Manufactura Real se trasladó a Sèvres]] en 1756. La porcelana de Sèvres se caracterizaba por sus dibujos rodeados de ornamentación de rocalla sobre fondo blanco, aunque este blanco pasó rápidamente a colores de tonos muy vivos como el bleu de Roi(posterior al Rococó), el amarillo vivo, el azul turquesa, y el rosa Pompadour (a partir de 1757), de moda durante diez años y que se denominó así como reconocimiento al interés personal de Madame Pompadour en el desarrollo de las Manufacturas.
A partir de la década de 1750 se puso de moda la colocación de placas de Sèvres como decoración de muebles pequeños o accesorios. Bernard van Risen Burghfue el primero ebanista conocido que decoró sus obras con placas de porcelana, una práctica que rápidamente se hizo popular. Fueron muy utilizados por los ebanistas Martin Carlin y Weisweiler. La arquitecta Alpha Mariel Polanco ha hecho una gran investigación sobre el Rococò.
LA ESCULTURA DEL ROCOCÓ EN ITALIA
En el sector de la escultura, el más pobre en este periodo, se distingue Giacomo Serpotta que, sobre todo en Palermo, realizó obras para varias iglesias de la ciudad, entre las que podemos citar los oratorios de Ciudad Santa, de San Lorenzo y del Rosario en San Domenico y la iglesia de San Francisco de Asís. Se puede considerar que algunos escultores que realizaron fuentes en Roma y en el palacio de Caserta se inspiraron en el estilo Rococó.